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A partir de la segunda mitad del siglo XX, luego de luchas reivindicativas, las mujeres logran su reconocimiento como artistas. De allí se perfilan tres líneas claras de producción artística: “El Estructuralismo” o Arte Feminista, “Del cuerpo de la mujer”, y “El Activismo Artístico”.
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El “estructuralismo” es uno de los métodos más utilizados para analizar el lenguaje, la cultura y la sociedad en la segunda mitad del siglo XX. Busca las interrelaciones (las estructuras) a través de las cuales se produce el significado dentro de una cultura.
Dentro de una cultura el significado es producido y reproducido a través de varias prácticas, fenómenos y actividades que sirven como sistemas de significación. Se estudian cosas tan diversas como la preparación de la comida y rituales para servirla, ritos religiosos, juegos, textos literarios y no literarios, formas de entretenimiento, etc.
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Ha habido una serie de mujeres artistas que se han interesado por buscar esa genealogía de saberes (ocultos, escamoteados, ridiculizados), que conforman la creación en femenino. Señalando como propiamente femeninas: la costura, la cocina, la casa.
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Sin embargo, es significativo que el prestigio social que tienen actualmente estas actividades, coincide con la apropiación masculina de estas acciones, convertidas ahora en profesiones.
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Así debe entenderse el uso en el arte del hilo y la aguja, de alusiones a la cocina y al hogar.



Quizás la artista que ha logrado una imaginería del hogar con toda la ambivalencia odio-amor, haya sido Louise Bourgeois, que realiza una plasmación imaginativa y emocional del sentir femenino del hogar. Bourgeois establece una serie de asociaciones entre los hilos sutiles del afecto y la identidad materna, en que la aguja sirve para unir pero también suturar, cerrar, obstaculizar. Equipara las concavidades de la matriz con la madriguera, la guarida, pero también la celda, la prisión. Sus obras nos hablan de fertilidad y nutrición, pero también de represión, de dominación.
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Así también ha de entenderse la serie de fotomontajes de Martha Roesler llamados “House Beautiful in Vietnam”, en que se yuxtaponen las imágenes de una casa ideal, salidas de una revista de decoración de los años 70, con imágenes de la guerra que se estaba dando al mismo tiempo.
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Es una reivindicación de su sexualidad y de que su papel en la historia del mundo no se limita a servir las mesas.
Me encanta la obra de Ghada Amer, las líneas de hilo imperfectas y el sexo tapado tras la maraña de colores pero sin dejar de ser explícito.
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